viernes, 31 de enero de 2014

Novela

Aire de Invierno 
Chapter 7
Salí por la puerta principal y vi a mis sobrinos jugando con su papá. Todo en ellos era felicidad y vitalidad. El brillo en sus ojos reflejaba despreocupación  y alegría. No pude contemplarlos mucho tiempo, porque me vieron, y de inmediato corrieron a abrazarme. Cuánto quería a esos niños.
-Tía Dani- gritaron los dos al mismo tiempo.
-Hola- les dije con una sonrisa en la cara. Pero no me pude mantener en pie y los tres terminamos tirados en el césped. Este fue el momento más feliz de estos últimos días.
-Tía ¿te quedaras unos días?- me preguntó Tyler que era el mayor de los dos.
-Si tía, di que sí, por favor- me suplicó Kyle con una carita hermosa y esos ojitos de perrito que solo los niños saben hacer.
-¿Saben?, en este momento nada me apetece más que estar a su lado. Si me voy a quedar unos días. ¿Quién sabe? hasta me podría quedar para siempre-dije
-¡Sí!-gritaron los dos y le fueron a dar la noticia a su papá. Charlie se acercó y me  tendió la mano para levantarme.
-Me alegro mucho de que te decidieras quedarte Dani- me dijo
-A mí también me alegra. ¿Cómo no me voy a quedar cuando tengo una familia que me quiere tanto?-le pregunté
-Espero que este asunto quede en el olvido. Y si necesitas algo solo llámame,  cuando te aburras de la casa de tus padres puedes ir a nuestra casa. Ahí los niños se la pasaran muy bien contigo.- me dijo esbozando una sonrisa a medias.
-Gracias Charlie- fue lo único que le dije, pero como siempre fue lo único que necesitaba decir.
Me despedí de Charlie y de los niños, prometiéndoles que llegaría para la cena. Aunque yo ya había cenado.
Camine por horas, intentando olvidar los últimos días, intentando que el olor a de una ciudad nueva, de gente nueva me despejara la mente.
No sabes la alegría en mi cara al ver un Starbucks en la esquina. Bendito sea Estados Unidos que tienen una Starbucks en cada esquina. Rebusqué en mi bolsillo y encontré un poco de dinero, suficiente para un café. Necesitaba mi dosis diaria de cafeína, sin ella me descontrolo. Entré en el local y de inmediato me invadió el olor a café. Ese hermoso olor.
Me acerque y pedí  un espresso americano, cuando me lo dieron me dirigí a una mesa sola. Me encantaban estos momentos en los que podía disfrutar de mí, sin tener que compartir el tiempo con nadie. Tal vez ese fue mi problema. Me aterró la idea de estar sola para siempre y tome decisiones apresuradas.
Tomé un asiento junto a una ventana, miré por ella y pude admirar a la ciudad en todo su esplendor. Estaba anocheciendo y las calles se iluminaban. La gente caminaba deprisa, intentando llegar a sus destinos lo antes posible. Era una noche de noviembre y el aire comenzaba a anunciar el evidente invierno que se avecinaba. Pude contemplar como el local se quedaba solo en un instante. Claro, ¿qué querías Daniela?, es sábado en la noche, todos están fuera en este momento. Todos están disfrutando de su vida, solo tu estas metida en una cafetería a las 9:00 de la noche de un sábado. Trataba de convencerme a mí misma que lo mejor sería irme. Pero no quería ir a un lugar en lo que todo era felicidad y arruinar la alegría de la familia. No quería llegar e interrumpir risas, que todos me miraran y reflejaran en su cara el sentimiento de lastima. No quería ser esa persona a la que todos se refirieran con frases cariñosas por el hecho de pasar un momento difícil.
Me quedé un rato más en la misma posición en la que estaba. Sentada, con la mirada en dirección a la calle, observando, pero sin observar.
Grande fue mi sorpresa cuando una persona entró al local. No la podía distinguir muy bien. Era un hombre, eso lo sé. Su perfil lo logre distinguir, muy bien por cierto.
Otra cosa que tiene Estados Unidos, hombres perfectamente perfectos- por lo menos en el físico- y el hombre que estaba en ese momento en la caja, ese hombre por el que estaba babeando la muchacha que atiende, era un vivo ejemplo de la perfección física.
En México no se veían muy seguido ese tipo de hombres.
Apuesto a que ese hombre es un patán, un creído más con su traje carísimo, sus zapatos italianos-o eso creo- más brillantes que la cabeza de un calvo en el sol, y su aspecto de millón de dólares.
Bien Daniela, juzga antes de conocer. Pero como no lo vas a conocer puedes juzgar.
El sexy millonario  se sentó en la mesa próxima a la mía y saco su BlackBerry. Perecía que estaba contestando correos. Unos muy malos correos por la apariencia de su cara.
 Mi parte amable quiso acercarse a él y entablar una conversación. Ya saben, tener una plática en un café, una plática que podría llegar a una mistad o solo  una conversación que quedaría olvidada con el tiempo.
Dejó su BlackBerry  en la mesa y se dedicó a su café. Y ahí estábamos dos personas solas, con destinos diferentes pero que en ese momento estaban destinados a estar cerca.
Levantó su mirada y encontró la mía. Me dedico una sonrisa y se la devolví. Me di cuenta de que ya no tenía nada que hacer ahí, había terminado mi café, ya no tenía dinero y había prometido a mis sobrinos llegar para la cena, aunque eso me parece que no lo cumpliría, porque casi eran las 10:00 de la noche.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que no me percaté de que el sexy millonario se había sentado en la silla que estaba enfrente de mí.
-Hola- me dijo con una sonrisa de esas que te desarman.
-Hola- le contesté un poco sorprendida por su llegada tan repentina.
-George Miller,  abogado.- me dijo tendiéndome la mano. Acepte la mano diciendo:
-Daniela Robinson,  desempleada y en trámites de divorcio- dije lamentándome al momento. Pero ¿en qué estaba pensando al decir eso?
-Que buena presentación tienes- me dijo con sarcasmo.
-Lo siento no debí decir eso, es solo que en este momento no puedo pensar en otra cosa- me excusé
-No te preocupes, te entiendo. He tenido muchos casos de divorcios en mi vida- me dijo aunque eso no me animó para nada.
-Así que, abogado- le solté, como quien lanza un salvavidas. Con la esperanza de cambiar un poco de tema.
-Sí, así es. Así que desempleada- me dijo. Lo único que no quería era hablar de mí, pero parece que era lo único de lo que quería hablar.
-Sí, es una historia muy larga- le dije con la esperanza de que dejara el tema.
-Bueno, es una noche agradable, no tengo nada que hacer y me parece que tú tampoco, así que ¿por qué no me la cuentas?, claro sino te importa- me dijo y se dibujó una sonrisa en sus labios, que labios tenia. Creo que no te he dicho como es el ¿verdad?, bueno pues toma nota. Sonrisa de George Clooney, ojos de Jesse Williams, facciones de Daniel Craig, cabello y barba de Robert Downey Jr. bíceps de  Hugh Jackman y  estatura de Liam Nesson. A que esta guapo ¿verdad?
-¿Seguro que quieres escuchar mi historia?- le dije con la esperanza de que dijera que no.
-Sí, sí quiero- me dijo.
-Señorita, ¿me podría dar otro espresso por favor?- dijo refiriéndose a la muchacha del mostrador.
-Si claro en un momento- le respondió concentrándose en no derramar baba por el mostrador.
Le comencé a contar mi historia, no omití nada. Ese tipo llamado George Miller que minutos antes era un patán, se convirtió en una persona a la cual le tuve mucha confianza en ese momento.
Mientras le contaba mi pequeña historia, pude ver como se  reflejaba en su cara el interés por lo que le estaba contando ¡en verdad le estaba contando  mi historia a este desconocido! La historia que no me atrevía a contar a mis padres, se la estoy contando sin dificultad a este extraño.
-Nunca me habría imaginado en una cafetería charlando con un desconocido de mi vida sentimental. Ni en los mejores sueños- le dije
-Bueno pues el sueño imposible que describes, lo estás viviendo ahora, y me alegro ser ese desconocido- me dijo.
-Gracias-le dije
-¿Por qué?- Me preguntó
-Por escuchar y comprender- le dije
-Por nada, me gusto pasar este tiempo contigo, hiciste posible que dejara de pensar en las cosas que me preocupan. Gracias - me dijo
-¿Por qué?
-Por estar aquí en el momento adecuado- me dijo esbozando una sonrisa. De  repente  me paso por la cabeza el hecho de que no llevaba más dinero para pagar el café que George había pedido para mi.
-No te preocupes, yo lo pago- dijo adivinando mis pensamientos.
-Me avergüenza mucho pero no llevo dinero- le dije excusándome
-Será un placer- me dijo y se puso de pie. Lo imite con un movimiento mecánico, aunque aún no estoy segura de por qué lo hice.
George pagó el café y salimos de Starbucks.
Joder, el frío que estaba haciendo. Imagíname saliendo, y quedándome como una estatua por el frío. George se volvió a mí un poco asustado.
-¿Estas bien?- me preguntó un poco preocupado
-¿Es que este frío es normal?- le contesté con otra pregunta.
Soltó una carcajada de esas quieres ser parte.
-Pues si es muy normal, pero esto no es nada, espera a la llegada de diciembre- me dijo
-Gracias por la advertencia- le dije. Y con un solo movimiento se quitó la americana y me la puso en los hombros.
-No tienes que hacer esto, vas a tener frio- le dije. Esbozó una sonrisa y me dijo;
-Tranquila, estoy acostumbrado- me dijo. El calor de su americana me reconforto. Y el olor a su colonia me hechizo.  Era un olor tan peculiar que no te podría dar una descripción del olor. Era único.
-¿Traes carro?-me preguntó
-Después de la plática que te acabo de dar ¿enserio crees que tengo carro?- como se me estaba haciendo costumbre le contesté con una pregunta.
-No, no lo creo. ¿Te parece si te acompaño a tu casa? De noche no es muy seguro aquí- me dijo
-No te quiero molestar, enserio, me puedo cuidar. Aunque me puedes decir ¿dónde es Bond Street?- le pregunté.
-Ni hablar, yo te acompaño- me dijo con un tono que no admitía razones para hacer lo contrario. Caminamos un rato, parece que cuando salí de la casa  camine en círculos sin darme cuenta. Tardamos alrededor de 30 minutos en llegar a la puerta de la casa que había cruzado hace menos de 3 horas.
-Fue un placer conocerte Daniela Robinson- me dijo a modo de despedida.
-El placer fue mi George Miller- le dije quitándome la americana para dársela.
-No, no te la quites. Te dará frío en lo que entras en la casa. Después me la darás- me dijo y se fue. Lo vi caminando en dirección contraria a mí, alejándose. Dejando en el aire la pregunta de ¿Cuándo volvería a verlo?, ¿Cuándo le entregaría su americana sino lo volvía a ver? Pero mis preguntas quedaron interrumpidas por la voz de mi hermana.
-¿En dónde estabas?- me preguntó con su tono histérico.- ¿De dónde sacaste esa americana?- me preguntó al vérmela puesta.
-¿Ya cenaron?- preguntando para tratar de distraerla un poco de su pregunta original.
-Ah, no, no te vas a librar de ésta, en este momento te vas a tu cuarto y me aclaras las cosas- me ordenó.
-Perdón, pero yo creía que mi mamá estaba adentro- le dije con un esfuerzo tremendo para aguantar una carcajada.
-Muy graciosa, pero no. Ahora entra y me dirás qué pasó- me dijo y me abrió la puerta para que entrara.
Entré en la casa y me acogió un calor muy agradable. Ese calor confortable que te da tu hogar.
-¿Dónde estabas?- preguntó mi mamá un poco preocupada.
-Pero valla ¿Por qué se alarman tanto?-pregunté antes de seguir con mi explicación- estaba en Starbucks, necesitaba pensar un poco. No se alarmen ya estoy bastante grandecita como para salir por unas cuantas horas- le dije, y sus caras cambiaron de preocupación a alivio. A saber que estaban pensando.
-Y esa americana ¿de quién es?- me preguntó mi hermana. A ella no se le escapaba ninguna.
-Bueno, estaba en la cafetería y me encontré con una persona, platicamos un rato. Al salir, me percaté de que no llevaba nada para cubrirme. Estaba haciendo un frío del demonio. Así que me presto su americana y me acompaño a casa. Se la quise dar, pero ya se había ido. Y eso fue todo lo que paso- le expliqué.
-Dejen  a Dani tranquila- dijo mi papá que hasta ese momento había estado muy callado- Ella está aquí para olvidar y para vivir. No la van a tener siempre aquí encerrada. Así que ustedes dos cotillas dejen de indagar en su vida. Y tu Dani ve a tu cuarto y descansa un poco- dijo mi papá.
-Gracias papá. Y ahora si m disculpan. Me voy a dormir un poco. Nos vemos mañana- me despedí y subí la escalera directa al cuarto. Me invadía un sueño tranquilo. Estaba un poco cansada. Y me sorprendió el hecho de que al legar a la cama pude dormir sin preocupaciones, sin viajes al pasado, sin nada. Solo dormir y descansar. Aunque si me llegaron unos pensamientos después, pero eran del millonario sexy y de su americana. ¿Cuándo lo volvería a ver?






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